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Las horas más oscuras de nuestro día

por Lyndon H. LaRouche, Jr.

julio de 2011

Para aquellos que moran en América del Norte o Europa, las horas más oscuras de cada día son aquellas en las cuales me encuentro entre las horas de nuestra propia media noche y atardecer a lo largo de mi nativa costa Atlántica, el lugar donde me encuentro situado mientras escribo, aquí y ahora. Estas son las horas oscurecidas de mi día mientras estoy aquí sentado, levantado de mi cama, mientras tantos aquí parecen dormirse la vida en un lugar muy distante a la realidad del mundo. Aquí, muchos entre mis asociados norteamericanos están durmiéndose la vida inconcientemente, como ignorantes de los grandes momentos que ocurrieron en Europa durante el sábado y el domingo, o para ser preciso, en Rüsselsheim, Alemania.

Fue allí, en mi tiempo, que uno de los momentos mas grandes de los tiempos actuales sucedió y pasó, incluso para la mayoría de mis asociados norteamericanos, entre las horas del pasado fin de semana, hasta la pronta venida del nuevo día que se avecina. Mis durmientes amigos continúan aquí, en su gran mayoría, ignorantes atrapados, quizás demasiado, por sus propias ilusiones somnolientas. En unas pocas horas, aquellos días del mundo del sueño habrán llegado y se habrán ido.

Entones estoy aquí, sabiendo que los sueños se convertirán pronto en aullidos y gritos. Una voz ahora escuchada gritará como un gallo en la noche, luego se escucharán algunas más, y, luego, la pesadilla real, una masa de durmientes levantados, comenzarán. Las fantasías de niños de mis amigos durmientes aquí, se acabarán pronto. El amanecer, recién nacido, morirá pronto; fue un “amanecer falso”, y, entonces, la horrible pesadilla que ha sido nuestro “jardín de las delicias”, comenzará.

La noche misma, ya estaba aquí.

Lo que pasó en Rüsselsheim

Lyndon H. LaRouche, Jr.

La última vez que mis asociados europeos habían organizado un gran evento en Rüsselsheim, el colapso de la industria automotriz líder alemana, las olas del colapso de la industria alemana parecían recién haber comenzado. Un recuerdo del optimismo pasado todavía flotaba en el aire allí. Mientras mis compañeros manejaban hacia esa ciudad el sábado 2 de julio por la mañana, era como si una tumba económica bien conservada de las esperanzas alemanas perdidas estuviera tratando de guardar las apariencias, por el mero hecho de las apariencias.

Poco después de nuestra llegada al mismo lugar en donde tomó sitio nuestro evento anterior, había algo diferente en el aire.

Se sumaron más sillas. Luego mas de lo mismo, y entonces, de nuevo. Había muchos más para acomodar todavía. El evento comenzó, con declaraciones de prospectos firmes de las esperanzas de lo que realmente se puede hacer. Durante esas horas de la mañana, esparcidas durante el día, se asomaba ciertamente un nuevo espíritu. El vigor y el tono del evento se elevaron, más y más palpablemente, a través de los eventos de la mañana y la tarde. Las celebraciones se volvieron más fuertes y más grandes durante el curso de las horas diurnas. Luego, vino la tarde.

Era el momento para el tipo de festival musical que nuestra clase de pueblo, especialmente aquellos en Alemania, requieren, para completar el día. ¿Dónde está el postre? Los verdaderos patriotas alemanes cuando son buenos, o cuando están en lo mejor, son así, en tales ocasiones. Esta ocasión, sin embargo, se convirtió en algo muy especial. ¡Bach! La Sonata Primaveral de Beethoven tocada con perfección y de manera bella. Dos secciones de Frauenliebe de Schumman presentadas por una gran artista italiana, esto seguido de un trabajo muy poderoso de Verdi en la tragedia: la audiencia se sobrecogió sorprendida. Luego, vino una representación magistral de la Fantasía Coral de Beethoven, la más convincente que haya escuchado alguna vez.

Y eso cerró el evento de la tarde, todo esto junto con el gran himno de los esclavos Hebreos.

El primer día de la conferencia de dos días estaba ahora adornado por un cierto grado de impresión hímnica. Entonces, la asamblea se retiró a dormir.

Al segundo día, los espíritus de los participantes habían sido impulsados con un espíritu de explosión preparada de alegres voces excediendo incluso el sentimiento ya espiritual del día anterior.

Ese día comenzó con una presentación potente del candidato presidencial francés Jacques Cheminade. La evidencia marchaba como en columnas.

Luego del intervalo del mediodía, hubo una presentación del caso de desarrollo Transaqua, siguiendo el tema que dejó Jacques Cheminade. Luego, vino mi presentación del caso de la cualidad específica que distingue a la especie humana como una especie implícitamente inmortal, un potencial milagroso construido dentro de la humanidad, sobrepasando a cualquier otra forma de vida conocida a la humanidad que exista en el universo hoy en día, a menos que se trate del Creador mismo.

Para todas aquellas incertidumbres que todavía ocupan nuestro discernimiento del universo, incluso dentro de nuestra galaxia que nuestro propio sistema solar habita, y del cual es una parte completamente integrada funcionalmente, el hombre es conocido a la ciencia como una especie unida, una especie en la cual todos los hombres y mujeres mortales mueren en última instancia, pero que, a través de los poderes aparentemente mágicos creativos humanos, la humanidad representa potencialmente la única forma inmortal de criatura viviente cuyo potencial creativo vuelve a nuestra especie una criatura inmortal única de los inmortales.

La alegría de la audiencia creció gloriosa en su tono e implicaciones.

La lección que se debe aprender

Todas las especies, menos la humanidad, conocidas actualmente por nosotros como existentes hoy, o que hayan existido en el pasado, particularmente aquellas sobre el nivel de los tipos uni celulares, han aparecido y desaparecido virtualmente, en más del 95% de los casos conocidos. Cada una apareció y luego desapareció, a través de los patrones de muerte masiva asociados con los grandes ciclos galácticos dentro de los cuales se sitúa el destino de nuestro sistema solar.

El hombre, un mero tipo biológico mortal, que ha existido en nuestro planeta solamente algunos millones de años, es, de hecho, el único tipo de especie inmortal que se supone existe dentro de los limites de lo que se conoce actualmente como la galaxia llamada “La Vía Láctea”.

Representamos una especie verdaderamente inmortal en la naturaleza especial de aquel potencial por medio del cual estamos excluidos potencialmente de la categoría de especies que el tiempo ha dejado de lado. Aunque diferimos un poco de nuestros antepasados humanos inmediatos, en la naturaleza de nuestra biología, y en nuestros pocos poderes dados llamados, simplemente percepción sensorial, la cualidad de verdadera creatividad volitiva potencial, que es un potencial disponible cualitativo de los miembros de nuestra propia especie, pero de ninguna otra especie viviente conocida actualmente por nosotros, es creativa por la precisa razón de que los verdaderos poderes de la invención, y parecidos, que distinguen el potencial de la personalidad individual humana de cualquier otra forma de especie viviente conocida al presente, se convierten entonces en la distinción reconocible de lo que es justamente llamado “el alma” específica de la humanidad entre todas las criaturas vivientes conocidas por nosotros como existentes.

Todos terminamos nuestra existencia mortal a tiempo, de una manera, u otra. Pero aquellas invenciones del alma humana a través de las cuales nuestra especie asegura sus poderes inmortales, continúan actuando, como un asunto de principio, a través de la existencia de nuestro universo. Entonces, a través de esta forma, cada uno de nosotros morirá, eso a lo mejor que conocemos hoy en día. Pero para cada uno que por lo tanto morirá, tarde o temprano, la opción de una inmortalidad de lo que llamamos “la mente humana” se expresa a través del descubrimiento y el empleo de aquellos principios universales, tales que la humanidad en su forma actual es en cada caso particular, un alma humana potencialmente inmortal cuyo efecto al haber vivido será una agencia inmortal dentro del estado más elevado de existencia del universo en el que nosotros, cada uno, debe decidir, por encima de cualquier otro deseo, convertirse.

Fueron, como uno podría decir, dos días que fueron, Rüsselsheim, pero no Rüsselsheim, solamente. Hagamos de esto un evento inmortal, el evento más hermoso, por virtud de su carácter y sustancia, su devoción a la belleza inmortal del alma humana.