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Boletín de prensa

Llegó la hora de la verdad:

¡Hay que salirse a tiempo!

por Lyndon H. LaRouche, Jr.

12 de julio de 2010

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Desde mi pronóstico del verano de 1956 sobre una profunda recesión que golpearía de repente, en algún momento entre febrero y marzo de 1957, no he publicado nunca un pronóstico de la economía estadounidense que no ocurriese como lo había previsto. El motivo de esta distinción, es que todos mis rivales putativos en tales materias han confiado en las tendencias estadísticas monetaristas que son inherentemente incompetentes por la naturaleza misma de los métodos adoptados.

Tal fue el resultado de mi serie de pronósticos para Estados Unidos en el transcurso de los 1960, que llevaron a lo que pronostiqué como la probable desintegración del sistema de Bretton Woods en el intervalo de fines de los 1960 y principios de los 1970. Éste fue el caso de mis pronósticos diversos en el transcurso de los 1980 y de 1992, 1996-98, 2001, 2004, y para fines del mes de julio de 2007.

De tal manera que, yo nunca predije como lo hacen los estadísticos necios; esas bagatelas necias se las dejo a los apostadores del hipódromo y de Wall Street; yo pronostico intervalos de crisis que requieren decisiones correctivas, como lo hago aquí y ahora.

Explico de qué se trata esto.

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Ya desde 1984, en un momento en que el futuro director del Sistema de la Reserva Federal, Alan Greenspan, se encontraba todavía conspirando para destruir la protección que le proporcionaba a la economía estadounidense la Ley Glass-Steagall, en su capacidad entonces de ese miserable desgraciado de funcionario de J.P. Morgan en los mercados de Londres, el proceso de poner al mundo en bancarrota mediante la derogación de la Glass-Steagall ya estaba en marcha.

La derogación subsecuente, en 1999, de la Glass-Steagall, gracias a las infecciones agusanadas como ese pustuloso cómplice del director de la Reserva Federal Greenspan, Larry Summers, desató la mayor hiperinflación a escala global en toda la historia del mundo, durante las últimas dos décadas.

Ahora bien, estamos en un momento en que la economía de la sección trasatlántica de la economía mundial se tambalea hacia una crisis todavía peor que la de tipo más modesta conocida como la desintegración del marco de la Alemania de Weimar en el otoño de 1923.

La forma de esta crisis es hiperinflacionaria en el mismo sentido en que la historia del marco de Weimar llegó a ese punto entre la primavera y el otoño de 1923; pero el caso presente ya es, en lo inmediato, mucho, mucho peor que cualquier cosa conocida en la historia mundial moderna desde la Paz de Westfalia de 1648. Ciertamente, la intención británica en su papel principal como autores de la crisis de desintegración ya inminente, se había asentado en su fase actual de desintegración bajo la intención declarada —de los pertinentes crédulos embaucados por Gran Bretaña dentro de Alemania, y otras partes— de "derribar el sistema westfaliano".

El aspecto más decisivo de todos los pertinentes a los acontecimientos posteriores a 2001 centrados en los mercados trasatlánticos ha sido el desplome de la economía real al mismo tiempo que la expansión de los activos financieros nominales, puramente ficticios —como los de los mercados de los derivados financieros— que se han elevado más allá de toda estimación posible, hasta el dominio de una enormidad de billones de dólares estadounidenses nominales, en lo que constituyen los activos financieros que no valen nada y que contaminan las cuentas de los mercados de Wall Street y de la Mancomunidad Británica. La tasa de crecimiento de la proporción de capital financiero puramente ficticio con respecto al capital productivo definido de acuerdo al patrón de la Glass-Steagall para la banca comercial, es actualmente hiperbólica a plenitud.

El mundo en su totalidad, en especial la región trasatlántica, se encuentra así al borde de un colapso global que transformará todas las formas de dinero nominal de cada nación en una condición sin valor en todos los mercados internacionales del mundo. En suma, una crisis de desintegración general, que en lo más inmediato golpea al mundo trasatlántico, pero pronto después de eso, se tragará a la totalidad de este planeta.

Para esta situación solo hay un remedio; todas las demás supuestas alternativas se han de considerar como clínicamente dementes. Ese remedio consiste en la aplicación inmediata de la norma estricta de 1933 para la aplicación de la Glass-Steagall entre un concierto de algunas naciones descollantes del mundo, unidas juntas a un Estados Unidos libre del títere británico Obama, para establecer una sólida red de sistemas de banca comercial nacional que opera de acuerdo a dicha norma estricta.

Para este efecto, yo he formulado la alianza medular de un gobierno de Estados Unidos sin Obama, organizada en torno a una iniciativa de cuatro potencias constituida entre Estados Unidos, Rusia, China e India, una iniciativa de cuatro potencias con el propósito de jalar a muchas otras naciones del mundo hacia una forma de sistema global de tipos de cambio fijos.

Estamos entrando ahora a una fase de la situación global presente en la cual pronto tocaremos el punto en el que ocurrirá una desintegración global enormemente genocida de todo el planeta, de generaciones de duración, a menos que actuemos para imponer el remedio repentino, bien antes de septiembre de 2010, de una reforma global tipo Glass-Steagall entre la mayoría de las potencias principales del mundo, excepto tales casos probablemente ya incurables como el sistema de la Mancomunidad Británica. (Sin embargo, estaría complacido de recibir al Reino Unido que elija la alternativa más prudente de aceptar mi diseño.)

En dos generaciones bajo el efecto de tal crisis de desintegración sería razonable estimar como suficiente condición para reducir la población mundial, de las 6,800 millones de almas presentes, en especial las partes más pobres de las poblaciones, a la meta del príncipe Felipe de Gran Bretaña y su Fondo Mundial para la Vida Silvestre: menos de 2,000 millones y en su mayoría especímenes miserablemente atrasados en eso.

La oportunidad del momento

No es de ninguna manera difícil presentar una estimación justa de cuándo se alcanzaría el punto de no retorno.

Calcula tanto el orden de magnitud de la proporción definida por el aumento de la deuda financiera sin valor, la asociada con los derivados financieros y cosas semejantes (masa financiera "A"), con respecto a la porción ya derrumbada del flujo monetario que corresponde a las características de la normativa de la Glass-Steagall (masa financiera "B"). La relación es hiperbólica. (Quienes no reconozcan que esa relación es hiperbólica deberían cerrar amablemente sus bocas necias). Como han mostrado los costos de los "rescates" en EU desde agosto de 2007, cuando se le compara con patrones similares en Europa occidental, tenemos un conjunto de tendencias que muestran a las claras por qué el Grupo Inter-Alpha en la banca, que representa en efecto neto alrededor del 70% de la banca oficial del mundo, está en bancarrota sin remedio, cuando se toman en cuenta las dos categorías de activos financieros nominales, la real y la meramente financiera. El patrón que hemos visto en el mismo período en que se impuso la fantasía del euro en Europa occidental y central, significa que ya estamos actualmente atorados en el borde de una barrera como frente de onda de choque, un punto en el cual no hay esperanza para la existencia continuada de la humanidad civilizada en este planeta, a menos que la normativa de la Glass-Steagall se imponga eficientemente de inmediato.

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