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Para controlar el paludismo, ¡necesitamos DDT!

por el doctor Donald R. Roberts

Donald Roberts es profesor en la División de Enfermedades Tropicales del Departamento de Medicina Preventiva y Biométrica de la Universidad de Ciencias de la Salud, en Maryland, Estados Unidos. El siguiente artículo es una adaptación de su presentación titulada: "El DDT y el control del paludismo: pasado, presente y futuro", que expuso en octubre de 2002 en una conferencia patrocinada por Accuracy in Media en Washington, D.C.

El paludismo rural era un gran problema de salud pública hasta antes de 1945, incluso en EU. Con el surgimiento del DDT, llegó a su fin la era del paludismo endémico, seguido de décadas de control o eliminación del paludismo, tanto urbano como rural. Por desgracia, estos logros maravillosos se perdieron cuando los países sucumbieron a la presión internacional para erradicar el DDT.

Existen muchos insecticidas modernos que pueden usarse como sustitutos del DDT, pero son caros y carecen de un gran poder residual. La fumigación frecuente con químicos de poco poder residual no es un método asequible para el control del paludismo en zonas rurales. Así, cuando se obligó a los países en vías de desarrollo a abandonar los programas de fumigación de casas, gradualmente regresaron a las condiciones que prevalecían antes de 1945.

Los principales mitos anti DDT

La idea de que el paludismo debe controlarse integrando varios métodos de control del mosquito (control integrado del vector, o CIV), a diferencia de la fumigación con DDT, es errónea. De hecho, no se ha comprobado a cabalidad que el CIV sea un método asequible y aplicable para su control. Los métodos de CIV, en particular en zonas rurales con pequeños asentamientos humanos rodeados de grandes áreas de hábitat del mosquito, resultan inútiles. Sin embargo, los grupos anti DDT han usado este concepto para obligar a los países a abandonar el uso del DDT.

Otra de las ideologías favoritas de los activistas ambientistas, es que cualquier uso de insecticidas es contraproductivo, porque sólo resultan mosquitos resistentes. En realidad, hay pocas pruebas de que la aplicación de insecticidas en los hogares constituya una presión selectiva importante para el desarrollo de resistencia al insecticida. De igual modo, hay pocas pruebas de que esa resistencia, una vez desarrollada, reduzca la efectividad del DDT residual en la prevención de la transmisión del paludismo.

Para poner estas observaciones en perspectiva, es necesario entender que el DDT se convirtió de inmediato en un éxito a mediados de los 1940, porque era barato y relativamente seguro. Había muchos químicos mucho más tóxicos para los insectos (por ejemplo, la nicotina); pero también eran tóxicos para los humanos. El verdadero secreto de los maravillosos beneficios del DDT era su poderosa acción repelente —sin contacto— e irritante —de contacto—.

Las propiedades repelentes e irritantes del DDT se describieron por primera vez en 1945, y se reconocieron desde antes de que se informara siquiera del primer caso de resistencia al DDT. Para entender cómo funcionan estas propiedades en la prevención de la transmisión del paludismo, debemos conocer algunos hechos básicos del comportamiento de los mosquitos transmisores del mismo.

Cómo funciona el mecanismo de transmisión

La transmisión del paludismo ocurre cuando los mosquitos migran a las casas: entran al atardecer, descansan ahí, y durante la noche aterrizan sobre los humanos y los pican para alimentarse. Al picar, el mosquito puede adquirir parásitos de paludismo e infectarse, o si ya está infectado, puede transmitirlo a otro ser humano.

El DDT residual en las casas puede alterar esta secuencia del comportamiento del mosquito. La acción repelente del DDT puede evitar que un mosquito portador de paludismo entre a una casa; si a pesar de la acción repelente éste entra, entonces la acción irritante puede hacerlo salir antes de que pique; de fallar la acción irritante, entonces la toxicidad al contacto todavía puede matarlo.

Sin embargo, para de veras entender cómo funciona el DDT, debemos pensar en términos de probabilidades. Asumamos que cada una de las tres acciones (repelente, irritante y tóxica) funcionan a un 50% de su poder. Asumamos también que hay un universo de 100 mosquitos que entrarán a una casa si no se fumiga. De fumigarse la casa, 50% de los mosquitos no entrarán; eso nos deja 50 que sí entrarán. De estos 50, el 50% se sentirá irritado y saldrá de la casa sin picar a nadie; esto nos deja con sólo 25 mosquitos que se quedarán y picarán a alguien. De éstos, el 50% absorberá una dosis tóxica de DDT y morirá.

Entonces, aun si las acciones separadas del DDT funcionan a sólo un 50% de su efectividad, su impacto combinado reducirá la cantidad de mosquitos que entran, pican y sobreviven en 88 a 89%, y más o menos 86% del impacto total será resultado de las acciones repelentes e irritantes; sólo 14% se deberá a la toxicidad del DDT.

Estudios de campo han demostrado que el DDT residual repele entre 95 y 97% de las principales especies de mosquitos transmisores del paludismo de las Américas. La acción repelente a menudo es tan fuerte en los experimentos de campo, que los investigadores ni siquiera pueden medir el impacto de las acciones irritantes y tóxicas del DDT.

Cómo comenzó todo

En 1975, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) anunciaron de manera conjunta que debería haber un mayor acento en las alternativas al uso de insecticidas para el control de enfermedades propagadas por vectores. Este anuncio conjunto presagió cambios importantes en las políticas y estrategias para el control del paludismo.estrategia global que le restaba importancia a las medidas de control del vector, y se la daba a la detección y tratamiento como medios preferibles de control del paludismo. Ese mismo año, el director general de la OMS, doctor Halfdan T. Mahler, anunció el cambio de los programas de control, a sistemas de atención médica básica.

En 1980, el PNUMA, la OMS y otras organizaciones crearon el Pánel de Expertos en el Manejo del Medio Ambiente para el control de enfermedades transmitidas por vector, a lo que siguió la eliminación del programa de biología y control de vectores de la OMS, que ponía de relieve el uso de insecticidas para el control de enfermedades. Con la eliminación de ese programa también se descubrió la estrategia de los grupos ambientistas, de remplazar a quienes dictan las políticas con individuos favorables a la protección ambiental por sobre la salud pública.

El paso final en la revisión ideológica del control del paludismo vino en 1985, cuando la Asamblea Mundial de la Salud adoptó una resolución que convocaba a los países participantes a cambiar sus programas de control por programas de atención médica básica.

Hoy, esos cambios determinan lo que se hace y se deja de hacer para controlar el paludismo. La estrategia global de la OMS para el control de esta enfermedad se basa en la detección de los casos y su tratamiento, y promueve el uso de mosquiteros tratados con insecticida. La fumigación de paredes en las casas no forma parte del programa.

Por supuesto, para aprobar la técnica de mosquiteros con insecticida, era necesario cambiar la vara con la que se medía la efectividad de los métodos de control del paludismo. Décadas atrás, la fumigación con DDT se evaluaba en base a la reducción de casos de transmisión. Hoy, el uso de mosquiteros se considera exitoso si se reduce la mortandad infantil. Pero ni la detección de los casos y su tratamiento, ni el uso de mosquiteros con insecticida, resultarán en una reducción significativa del paludismo.

Presiones para prohibir el DDT

La ley internacional permite específicamente el uso del DDT para la salud pública, lo cual representa una victoria de los científicos de la salud de todo el mundo que hicieron una vigorosa campaña para lograrlo, en el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes. A pesar de esta victoria, la OMS, el PNUMA, el Fondo Mundial para la Niñez de la ONU (UNICEF) y el Banco Mundial siguen tratando de erradicar el DDT. Se ha vuelto una práctica internacional común el ofrecer fondos a los países, a condición de que no los utilicen para comprar o usar DDT.

En 1997, el Banco Mundial extendió un crédito de 165 millones de dólares a la India, que podía usar para comprar los carísimos insecticidas piretroides, pero no DDT. Se ejercieron presiones parecidas para que Madagascar abandonara un exitoso programa de control del paludismo con DDT.

Pero quizás el ejemplo mas atroz de presiones externas sea el de Eritrea. En total, el 50% de la mortalidad, y entre 60 y 80% de la morbilidad en Eritrea se deben al paludismo. En el país hay sólo 145 médicos y 391 enfermeras; una deficiencia crítica en el número de profesionales de la salud. El Banco Mundial, UNICEF y la Ayuda Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) le ofrecieron préstamos de ayuda. Los fondos del UNICEF fueron nada más para mosquiteros con insecticida; los de USAID sólo para evaluaciones ambientales; y para los del Banco Mundial, le exigieron a Eritrea que presentara "un programa y una calendarización para sustituir la fumigación de casas con DDT residual, con otros químicos o técnicas más seguros para el medio ambiente y la salud humana".

Estos ejemplos ilustran de manera inequívoca el triunfo de los grupos ambientistas sobre las políticas de salud pública de las organizaciones internacionales.

En resumen, sin el DDT, no hay esperanza verdadera de darle marcha atrás a las tendencias modernas en la propagación rural del paludismo. Al aumentar la tasa de casos en los países en vías de desarrollo, crecerá el riesgo de que esta enfermedad reaparezca en EU y otros países desarrollados. La estrategia mundial de la OMS para su control debe cambiar a una que le dé prioridad a medidas preventivas más efectivas, y la presión internacional para parar el uso del DDT en la salud pública debe terminar.



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