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Todo sobre el "Nuevo Bretton Woods"

Aquí está, señor Canciller, cómo puede sacar
a la economía de esta crisis


Helga Zepp-LaRouche encabezando al BüSo durante las elecciones parlamentarias.
Su exigencia de que Alemania rechazara la guerra contra Iraq, y de que el gobierno emprendiese la emisión de crédito dirigido a la recuperación económica, tuvo un fuerte impacto en los debates políticos alrededor del canciller Gerhard Schröder . "En medio de una crisis financiera mundial y una depresión", dijo Zepp-LaRouche, "la más desatinada de las medidas es recortar el presupuesto".

Carta abierta al canciller Schröder

La señora Zepp-LaRouche es presidenta del Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (Bürgerrechtsbewegung Solidarität, o BüSo) de Alemania. La siguiente declaración, dirigida al canciller de Alemania, Gerhard Schröder, la emitió el pasado 23 de octubre.

Los gritos de guerra del presidente estadounidense George Bush hijo, del vicepresidente Cheney y del secretario de Defensa Rumsfeld, dejan claro que el gobierno de los Estados Unidos se empeña en ir a una guerra de agresión contra Iraq, no obstante el hecho de que los experimentados y respetados inspectores de armas de la ONU han expresado sus dudas en cuanto a si el país tiene o no armas de enorme poder destructivo. Ni los vecinos de Iraq se sienten amenazados de modo alguno. Sin embargo, el gobierno de los EU está por tirar por la ventana todo el cuerpo de derecho internacional. En cuanto a la novedosa doctrina de guerra preventiva, ésta no es más que simplemente la adopción de la política del garrote como el principio máximo de estrategia internacional, con la consigna de que "la fuerza hace al derecho".

Es difícil encontrar una nación que esté a favor de semejante guerra; incluso en la misma Gran Bretaña, la mayoría de las fuerzas vivas del país se oponen a ella. A pesar de la manipulación de la realidad que realizan los órganos de difusión estadounidenses, el 70% de la población de los EU se opone a ella, y percibe más bien que la pasmosa situación económica del país es un asunto mucho más apremiante. Paradójicamente, aunque todavía falta convencer al estamento militar de que se pueden satisfacer los requsitos logísticos para dicha guerra, los llamados gallinazos —Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, etc.— se imaginan que pueden atajar la creciente oposición interna e internacional, iniciando la guerra lo más pronto posible.

Aunque es verdad que las hostilidades empezaron hace cuatro semanas, cuando se intensificaron los bombardeos contra las defensas antiaéreas de Iraq, no obstante debe hacerse todo lo posible para aplazar el inicio de una guerra plena, y para, a fin de cuentas, impedir la guerra en absoluto. Todavía puede lograrse. Nada podría ser más peligroso ahora que sumirse en un letargo depresivo.

Si esa guerra estalla realmente, se abrirán las puertas del infierno, en tanto que la economía mundial se desliza más en el caos. Habrá un "choque de civilizaciones" en la forma de una guerra de Occidente contra mil millones de musulmanes. Toda la región desde el Mogreb hasta Indonesia podría arder en llamas con consecuencias impredecibles. El verdadero amanecer de una nueva Era de Tinieblas.

Es por tanto de lo más urgente, señor Canciller, que usted tome medidas audaces y urgentes para enfrentar el derrumbe del sistema financiero mundial que embiste, y que impida que la economía alemana se hunda en el abismo, en condiciones de una depresión mundial. Es esencial poner en marcha, de inmediato, un programa de pleno empleo en los sectores productivos, acorde al viejo Plan Lautenbach.

Es realmente una buena noticia saber que el Pacto de Estabilidad de Maastricht murió oficialmente, ya que significa que al fin podemos quitarnos el corsé de hierro de la austeridad. Como dijo muy correctamente el senador francés Philippe Marini: "Estoy encantado de que el realismo haya entrado en la Comisión [Europea]. Hay que revisar el Pacto de Estabilidad", dijo. "En realidad, ya no existe".

Alemanía no tiene que hundirse sólo porque los bancos y los mercados financieros estén en bancarrota. Todavía es una de las naciones con una gran capacidad industrial; se ufana de millones de trabajadores muy capacitados, incluyendo a los desempleados, que podrían ayudarnos a salir de esta crisis, siempre y cuando, claro está, usted tome el rumbo correcto.

En el mundo, quienes ven en un "nuevo sistema de Bretton Woods" y un Puente Terrestre Eurasiático una alternativa esperanzadora a la depresión y a la guerra, cobran fuerza e influencia. Hace muy poco, una mayoría del Parlamento de Italia aprobó una resolución que pide una nueva arquitectura financiera, la cual se inspiró en las propuestas de mi esposo, Lyndon LaRouche. La resolución insta a regresar a una economía de crecimiento, y a medidas para acabar con la especulación en cualquier forma. Por su parte, el Parlamento de Alemania debe hacer la convocatoria para una Conferencia Internacional por un Nuevo Bretton Woods, y colaborar a ese fin con parlamentarios italianos y otros que han estado pidiendo precisamente esas medidas por años.

En Brasil, el doctor Enéas Carneiro, quien introdujo la propuesta para declarar a Lyndon LaRouche ciudadano honorario de São Paulo, acaba de ganar su puesto en el Congreso con el mayor número de votos que se haya visto en Brasil, y moviliza a una fracción parlamentaria a favor de un Nuevo Bretton Woods. Espere sucesos parecidos en otras partes.

Hechos inegables

Si Alemania ha de tener una política económica competente, tiene que enfrentar el hecho escueto de que el sistema financiero mundial está irremediablemente en bancarrota y que la economía mundial se ha sumido en una depresión sin fondo. Argentina no puede pagar y anda a punto de desintegrarse. El caso brasileño muestra claramente porque no se puede salvar al Fondo Monetario Internacional: De negarse Brasil a someterse a la última serie de medidas de austeridad del FMI, su incapacidad de pagar haría quebrar directamente a los bancos de los EU, y así hundiría a todo el sistema. Si el recién elegido gobierno brasileño acepta las condiciones del FMI, la economía brasileña dejaría de funcionar, pero aun así Brasil no podría pagar, y el impacto sería el mismo: los bancos de EU se irían a la quiebra, y el sistema estallaría. O sea, tan malo el pinto como el colorado, a no ser que uno anule el juego y empieze de nuevo.

El sistema financiero internacional está plagado de deficiencias fundamentales, en tanto que Japón cae en una depresión. Pero el epicentro de toda la crisis sistémica son los Estados Unidos, que se ha convertido en el país más endeudado en la historia financiera, con sus 32 billones de dólares en deuda (gubernamental, empresarial y familiar en conjunto). Los EU pagan unos 7 billones en servicio a la deuda anualmente, lo cual representa el 70% (!) del PIB. Atrévase a decirlo, ¡los EU están en quiebra! Quizá Argentina, Brasil, Polonia o Turquía no puedan pagar, pero no están sólos; el volumen total de las deudas internacionales, que suma unos 400 billones de dólares (entre créditos, hipotecas y futuros) simplemente no puede pagarse.


La deuda estadounidense en tan enorme en relación al PIB, que su servicio parece consumir el 70% del mismo; es decir, la deuda se está pagando con nueva deuda. En Alemania, la deuda per cápita ha alcanzado los 21.000 euros.

En Alemania, el endeudamiento anda por los 21.000 euros per cápita, a pesar de que el total de ahorros asciende a 1,9 billones de euros. Lo que eso significa es que una proporción mayor que nunca de familias se encuentra más endeudadas de lo que pudiese indicar el promedio. El endeudamiento per cápita, incluyendo a niños e infantes, en Bremen es de unos 18.000 euros, en Berlín 16.000 euros, y en la mayoría de los otros municipios está entre 12.000 y 14.000 euros. En Renania Septentrional Westfalia el gobierno supervisa las finanzas de 20 de las 23 ciudades principales del estado, y cada vez más legislaturas estatales anuncian congelamientos de pagos.

Las negociaciones de la coalición de Berlín se basaban en el supuesto de que el déficit presupuestal no excedería los 14.000 millones de euros, muy por encima del tope de 3% estipulado por el Tratado de Maastricht. Para cuando llegue la próxima evaluación impositiva en noviembre, el déficit será mucho mayor. La coalición se propone cubrir unos 11.600 millones de euros cortando el presupuesto y aumentando los impuestos, cuyo peso recaerá naturalmente sobre la población, que tendrá que enfrentarse con un mayor costo de la vida y, para muchos, una aguda caída en el nivel de vida.

En medio de una crisis financiera mundial y una depresión, la más desatinada de las medidas es recortar el presupuesto. Cada tanda de recortes destruye la capacidad manufacturera aún más, los ingresos fiscales caen, y la brecha del déficit presupuestal se abre más, lo cual lleva a más recortes, etc., en una espiral descendente imparable. La confianza del consumidor se hace pedazos, se exitende la ansiedad por lo que pueda deparar el futuro, en la medida en que aumenta el desempleo y la capacidad de compra se hunde.

Tenemos que poner en marcha un gran plan

Señor Canciller: uno tiene que reconocer, por supuesto, que al establecer un nuevo superministerio encabezado por Wolfgang Clement, con la tarea de instrumentar las propuestas de la Comisión Hartz, usted trata de cambiar de rumbo. Es una buena iniciativa, realmente, utilizar el Kreditanstalt für Wiederaufbau [KfW, Banco de Crédito para la Reconstrucción] para respaldar, esencialmente, a las pequeñas y medianas empresas industriales —Mittelstand—, y para reconstruir el daño causado por las inundaciones en Alemania del este. Diez mil millones de euros para el programa de la Comisión Hartz Commission, que deben aumentar si el programa tiene éxito, se justifican perfectamente y valen la pena, así como la extensión regular de crédito a las Mittelstand y a las municipalidades a través del KfW. En conjunto, un paso en la dirección correcta, pero el horizonte es demasiado estrecho. Si todo un regimiento está por tirarse desde lo alto de un edificio en llamas, ¿sería útil que los bomberos saquen un pañuelo y griten: "Salten"?

Para cuando terminen de escribirse estas líneas, es probable que más de 42.000 empresas de Mittelstand se habrán declarado en quiebra para fines de año. Y ese no es todo el cuadro sombrío. El desplome está casi encima. Desde marzo de 2000, el valor de las acciones ha perdido 17 billones de dólares en el mercado bursátil. Las acciones del Commerzbank han perdido un 70%, mientras que las de los demás bancos grandes han perdido más de la mitad. Las compañías de seguros ya tocaron fondo; las acciones de Allianz Versicherung han caído a un cuarto de su valor inicial.

Cada intento del Bundesbank y de la banca comercial de prevenir un efecto dominó, inyectando enormes cantidades de liquidez al sistema, mantiene un momento más efímero que el anterior. Esas intervenciones, al ser puramente monetaristas, sólo sirven para exacerbar más la situación, en tanto que la productividad se desploma más aun en todo el mundo. El sistema entero ser funde y nada puede salvarlo.

Una alfombra de retazos, con pedazos buenos junto a los malos, no es el tipo de política económica que necesita Alemania. Tenemos que lanzar un gran plan. Tenemos que diseñar una política económica que, después del derrumbe, luego que se acabe el sistema del FMI, nos permita reconstruir, porque ese derrumbe ya lo tenemos casi encima, mucho más cerca de lo que muchos se molestarían en imaginar. Aunque no hay nada de malo en los programas de corto plazo, interinos, como tales, encaminados a detener un mayor deterioro, hay que enfrentar el hecho no obstante de que tales programas no son suficientes a largo plazo. El meollo del asunto es que el sistema está en sus últimas, y dentro del sistema no queda ninguna opción.

Los gobiernos de Italia, Francia y Alemania ya han dicho expresamente que tiene que redefinirse el criterio del Tratado de Maastricht de un modo "orientado al crecimiento". Bien, ¿pero qué quiere decir eso? Quitémonos los guantes y reconozcamos que se acordó el Tratado de Maastricht sobre la base de supuestos que ahora todos reconocen que eran erróneos, es decir, la política monetarista neoliberal. Dicho sea de paso, entre más aparente se hace la bancarrota de esa política neoliberal, más se lamentan las publicaciones neoliberales por el final del Pacto de Estabilidad.

List y Lautenbach

Si hay una "palabra mágica" para Alemania, es Friedrich List. Fue él quien sentó las bases teóricas de la revolución industrial de nuestro país, y quien señaló la diferencia precisa entre el concepto dirigista del "Sistema Americano" de economía orientada hacia el bien común, y el "Sistema Inglés" basado en el libre comercio, con la consigna oligarca de "compra barato, vende caro".

En septiembre de 1931, el doctor Wilhelm Lautenbach, un funcionario público del Ministerio de Economía alemán, presentó en una reunión de la Sociedad Friedrich List un plan que llegó a conocerse como el Plan Lautenbach, basado en las teorías de List. El doctor Lautenbach sostenía que los mecanismos normales del mercado dejan de funcionar en condiciones simultáneas de una crisis financiera mundial y una depresión, porque la deflación reduce el poder adquisitivo. Si ha de vencerse la crisis, el estado tiene que intervenir.

La primera de todas las tareas del gobierno, sostenía Lautenbach, es abordar el problemo del desempleo. A ese fin, el estado debe proporcionar financiamiento para iniciar proyectos en los que uno invertiría aun cuando la economía estuviese bien. Los proyectos deben ser objetivamente provechosos desde el punto de vista del bien común, y conducir a una verdadera creación de capital. El impacto, directo e indirecto, de extender esos créditos, reviviría de tal modo la economía en su conjunto que cubriría el factor de costo que representa el desempleo, y el ingreso fiscal a fin de cuentas sería mucho mayor que los créditos otorgados originalmente.

Como bien se sabe, el Plan Lautenbach nunca llegó a hacerse realidad en Alemania. Fue retomado, en tanto principio, por Franklin D. Roosevelt, que adoptó precisamente ese concepto del crédito estatal para sacar a los Estados Unidos de la profunda depresión de los años treinta. Si se hubiese instrumentado el Plan Lautenbach en ese preciso momento en Alemania, nunca se hubiera desarrollado el ambiente en el cual Hitler tomó el poder, y la Segunda Guerra Mundial nunca hubiera ocurrido.

La salida a la crisis económica significa abordar la economía física real. Esa es la única solución factible, pero demanda un verdadero esfuerzo espiritual. Significará enmendar la nociva mentalidad que se ha apoderado de Alemania desde mediados de los sesenta. El viraje de una sociedad productora a una sociedad consumidora, donde todos están convencidos de que la ganancia proviene no del trabajo productivo y la inversión en el proceso científico y tecnológico, sino de las transacciones en la bolsa de valores y de la especulación; convencidos de que el dinero engendra dinero. Hay que cambiar eso.

Desdichadamente, apenas una fracción mínima de la población tiene una vaga noción de cuáles principios prevalecían en los días en que había una economía viable. ¿Cuál de los capitanes de la industria hoy en día recuerda las teorías económicas en las que se basaban Schumacher, Adenauer, Monnet, o Erhard? No hay alternativa al estudio de los principios de la economía física, elaborados desde la época de Colbert y Leibniz, pasando por List y los Careys, Mendeleyev y Witte, y LaRouche ahora. No hay atajos, ni elevadores expresos al "penthouse", ni un clic del ratón que lo lleve a uno Herbertstrasse a Mont Blanc; tienes que ir ahí y trepar esa montaña tú mismo.

No hay alternativa al Nuevo Bretton Woods

No habrá salida para Alemania, a menos que se reorganice el irremediablemente quebrado sistema financiero internacional en la forma de un Nuevo Bretton Woods, por la simple razón de que Alemania no es una isla en otro planeta del sistema solar. Si Alemania desea realmente promover sus mejores intereses, tiene que incluir en el temario internacional de discusiones la urgencia absoluta de sostener dicha conferencia. ¿Por qué el Bundestag no sigue el ejemplo de los diputados italianos y, de modo no partidista, convoca a realizar dicha conferencia? ¿Qué le impide a usted, señor Canciller, proponer eso ante la Asamblea General de la ONU? ¿No está claro para el mundo entero que el sistema se acabó? ¿Puede ser realmente el destino de la humanidad, que una fracción absurdamente pequeña de la población mundial nade en la "economía de boutique", arropada en Armani y comiendo caviar, mientras que continentes enteros se mueren de hambre?

La gravedad de la crisis financiera mundial ya no puede esconderse bajo la alfombra. Ahora que hasta [el presidente de la Comisión de la Unión Europea] Romano Prodi reconoce públicamente que el Pacto de Estabilidad de Maastricht era "estúpido", existe la oportunidad de que algunos estados europeos regresen a un sistema de banca nacional, basado en el KfW de la fase de la reconstrucción posterior a 1945, donde se extiendan créditos a largo plazo con intereses de 1 a 2 por ciento. Estos créditos tienen que ligarse a un programa de infraestructura para toda Europa, como parte de un esquema de transporte continental. El documento de Jacques Delors de 1993 que, como es bien sabido, toma sus ideas principales de nuestro programa del "Triángulo Productivo París-Berlín-Viena", publicado en 1990, puede servir como guía de lo que puede ponerse en efecto sin demora.

En cuanto a reparar los daños causados por las recientes inundaciones, lo que requiere más de 20.000 millones de euros, tendrá que integrarse al programa. La cuestión no es poner simplemente las cosas como estaban, sino adoptar ahora las mejoras que nos permitan reconstruir la capacidad industrial de la región oriental. Esa capacidad se sacrificó cuando se privatizó brutalmente el Treuhand [la agencia encargada de la industria estatal de la antigua Alemania Oriental] con Brigit Breuel. Se puede comenzar con la construcción de las rutas del tren de levitación magnética Transrapid que ahora se debaten, específicamente las líneas Amsterdam-Hamburgo-Berlín, Berlín-Varsovia, y Berlín-Dresden-Praga. Lo establecido es que cada 250 kilometros de la ruta del Transrapid requiere unos 5.000 millones de euros en inversión, y creará más de 100.000 empleos en la construcción.

Esos proyectos prioritarios constituyen el marco de inversión que permitirá que funcionen los esquemas como el "programa de empleos flotantes" de la Comisión Hartz. La misma norma se aplica: "Por cada 5.000 millones de euros invertidos, se crearán más de 100.000 empleos". Esa es la única manera de salvar a la Mittelstand. Si únicamente en Alemania se lleva a cabo ese proyecto del Transrapid, se crearían 300.000 empleos, sin mencionar una cantidad similar en Polonia y en la República Checa. Se tendría que proceder del mismo modo para construir las rutas fluviales de Europa. Por ejemplo, a raíz de las inundaciones, las obras obvias se requieren en el Elba y el Oder, y en la conexión Berlín-Oder. Las vías fluviales actualizadas siguen siendo el modo más económico de transportar carga pesada o voluminosa.

El Puente Terrestre Eurasiático: un motor para nuestras exportaciones


Las extensiones hacia Europa Central de las tres líneas del tren de levitación magnética que pide Zepp-LaRouche, como las proyecta Transrapid, creadora del único maglev en operación del mundo. "Por cada 5.000 millones de euros invertidos" en un programa como este, se crearán más de 100.000 empleos".

Aunque con tal enfoque puede hacerse mucho para alcanzar el pleno empleo productivo, no obstante debe tenerse en mente que Alemania, como la segunda nación exportadora del mundo, no es más que una pieza en la economía mundial. Al igual que Japón, nuestro país carece de materias primas, pero, antes del viraje hacia el paradigma neoliberal, la economía le proporcionaba a la población un nivel de vida extremadamente alto (junto con una educación y cuidado de la salud ejemplares).

La globalización ha hundido a continentes enteros en la miseria, y por lo tanto ha arruinado a muchos de los socios comerciales tradicionales de Alemania. ¿Adónde, en el mundo de hoy día, pueden encontrarse mercados de exportación crecientes, o consumidores cuyo poder adquisitivo haya aumentado?

Sucede que China, con sus 1.300 millones de habitantes, e India, con una población de unos 1.000 millones, constituyen mercados crecientes para la exportación, necesitan intensamente nuestra tecnología avanzada, la tecnología que convirtió las palabras "Hecho en Alemania" en sinónimo de alta calidad. La construcción del Puente Terrestre Eurasiático como proyección del Triángulo Productivo, es la perspectiva obvia. Ahora que el Muro de Berlín ha caído, y que la Cortina de Hierro se ha roto, ¿qué podría ser más fundamental que la construcción de una infraestructura continental de transporte, que a mediano plazo lleve los beneficios de un nivel de infraestructura al Asia, que al presente sólo se encuentra en partes de Europa Occidental? Mediante los corredores de desarrollo, se establecerán las condiciones locales ideales para la industria y la agricultura, e incluso para construir ciudades totalmente nuevas.

En hacer esto, el interés de Alemania reside en respaldar el esfuerzo de la banca nacional de los países participantes, gracias a créditos adecuados a largo plazo para la exportación. Tenemos que romper con la idea del "negocio rápido" y de los ingresos del mercado especulativo. Para realizar el Puente Terrestre Eurasiático, tenemos que remontarnos a la filosofía de la "inversión orientada", como ha destacado Hermann Abs, en el enfoque del KfW a la reconstrucción posterior a 1945. De allí que los proyectos deben planificarse sobre una base de 25 años, cuando menos, el mismo lapso de tiempo que requiere un infante para convertirse en un miembro productivo de la fuerza laboral. En cuanto a las facultades productivas del trabajo en las naciones participantes comience a desarrollarse, aumentará el poder adquisitivo, en tanto que creamos una demanda solvente, de largo aliento, para nuestras exportaciones.

La alternativa a la guerra

El Puente Terrestre Eurasiático representa más que el motor para sacar a la economía mundial de la depresión. Es un medio para garantizar la paz. Si todas las naciones de Eurasia cierran filas en su propio interés superior, en torno a la perspectiva del desarrollo económico en provecho mutuo, no hay margen para un choque de civilizaciones. Ligados al proyecto a través del Estrecho de Bering, los Estados Unidos, cuya infraestructura se ha derrumbado, sólo pueden beneficiarse de extender el Puente Terrestre hasta el extremo sur de Iberoamérica. Egipto, por su parte, ve su papel como un puente hacia el África.

Señor Canciller: el derrumbe del viejo sistema financiero representa una gran oportunidad. Hay una alternativa a la globalización: un orden económico nuevo y justo, hacia el cual trabajarán los Estados nacionales soberanos, en una comunidad de principios. De Gaulle hablaba de una comunidad mundial de Estados nacionales. China, Corea, Rusia, India, Irán, además de otras naciones, están dispuestas a realizar el Puente Terrestre Eurasiático en ese espíritu.

Lo insto a que saque a nuestra economía de la crisis, y a que promueva las medidas antedichas como política activa para evitar la guerra. Para nosotros es claro que, de seguir la tendencia actual, la catástrofe está a la vuelta de la esquina. Tenemos que cambiar el orden del día. Usted, señor, es el canciller de Alemania. Y nosotros estamos listos a ayudarle.

Helga Zepp-LaRouche, presidenta del Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (Bürgerrechtsbewegung Solidarität, o BüSo) de Alemania.


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